Pintaba feo el día, con previsión de lluvia a lo largo de
la mañana, justo a la hora del partido.
Al salir a la calle la sorpresa fue que las aceras no
estaban mojadas, y parecía que el solete quería abrirse paso entre las nubes.
Llegamos a Jesús Maestro puntuales (salvo algún pequeño
despiste de turismo por otros colegios de Madrid), y con bastante frío, por lo
que tendríamos que calentar fuerte.
El problema era si lo íbamos a poder hacer, teniendo en
cuenta que en esa pista no da el sol, por estar situada entre edificios muy
altos; casualmente, la parte que estaba mojada era la de nuestro campo, con
charcos que hacían que nos moviéramos como si estuviéramos sobre hielo.
Eso, unido al escaso entusiasmo en las tareas de “secado”
por parte de nuestras rivales, nos hizo tener dudas de si podríamos jugar.
Las primeras impresiones fueron muy malas; resbalones,
balones que volaban de mala manera, y comentarios como “yo no entro a canasta
ni de coña”, “me voy a matar”, “no siento las manos”, en fin, un rato más y
tendríamos que decidir.
A ver, ya sois mayores, los pollitos se quedaron en la
escuela y en los años de alevín, ¿¿queréis jugar o no??
Y he aquí primer acto de valentía, decisión unánime,
vamos a por ello sin dudarlo.
Visto lo visto, cambio de planes desde el banquillo.
Jugamos sobre hielo, así que sólo necesitamos dos cosas
muy sencillas:
Una, encestar, la que pille el balón para dentro y
alegría; los chicles y otras chuches las dejamos para otro día.
Dos, que no nos encesten, vamos con 5 y 2
exclusivamente; uno se queda para mejor ocasión.
Comienza el partido, pero no lo tenemos claro; damos
demasiados (y muy difíciles) pases en ataque; en defensa dejamos pasar a
nuestras rivales por la zona y regalamos muchos rebotes (milagrosamente no los aprovechan).
Mejoramos tras tiempo muerto y terminamos el primer cuarto
con tanteo escandaloso, 2-4.
¿Será verdad aquello de que la fortuna favorece a los
valientes?
El segundo más de lo mismo, aunque varios despistes
hacen que encajemos un poco más, llegando con empate a ocho.
En el descanso sonrisa pícara y “question”, que diría La
Teacher: ¿Iguales y jugando sobre hielo?, ¿nos hemos fijado que ahora nos toca
jugar por el lado seco?
Se oye algún que otro “se van a enterar”; está claro que
ahora vamos a demostrar de lo que somos capaces.
Aunque empezamos el tercero encajando una canasta tonta,
no pasa nada, y nuestros dos primeros puntos serán por un “Claro” tirazo
exterior, que quita toda la escarcha de la red y deja tiritando al público
local (y al entrenador visitante).
La presión por fin funciona, y fruto de esta decisión
nos lanzamos a tope al ataque, bomba a lo Ire-Navarro incluida.
Diez minutos para el final y siete de ventaja, parecía que
lo teníamos hecho, pero no.
Las rivales, que son de segundo año, aprietan mogollón; de
nuevo llegamos tarde y hacemos muchas faltas (menos mal que no aprovechan los
tiros libres, otra vez la fortuna).
Movemos bien en ataque pero ahora la pelota no quiere
entrar, la ventaja se difumina hasta dos escasos puntos, tenemos que pararlo
como sea.
El tiempo muerto es muy claro, “si seguimos así vamos a
perder el partido, necesitamos cerrar el rebote y conseguir alguna canasta”.
Volvemos al juego y se nota que las miradas han cambiado,
tanto en las que salen como en las que nos quedamos: es nuestro momento, aquí y
ahora.
Notamos el ánimo de nuestra afición y del banquillo, y
con gran trabajo de equipo sellamos nuestra zona en defensa, consiguiendo en
ataque una canasta y tres de cuatro tiros libres, ¿quién dijo miedo?
Ventaja de siete y sin tiempo para más, salvo una falta
con el reloj a cero, protestada enérgica y educadamente, que ya somos
mayorcitas y podemos debatir con el árbitro.
Seguimos creciendo pero sobre todo………………….
¡¡¡¡¡¡¡Que
valientes, corazones!!!!!
Eduardo Álvarez Merino
Entrenador Cadete Femenino
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